En agosto de 1976, mes en el que cumplí los 20 años de edad, tuve como regalo el poder participar en la excavación arqueológica que desde julio se estaba llevando a cabo en el lugar de Santillán.
Limpiando astrágalos humanos con una brocha, protegiéndome del sol con un sombrero de paja y disfrutando como nunca de mi regalo, no imaginaba que treinta y siete años después iba a escribir sobre esa excavación que, como otras muchas cosas de nuestro patrimonio histórico, ha quedado relegada a una pequeña memoria en el Noticiario Arqueológico Hispánico.
Enrique Cerrillo Martín de Cáceres, se esforzó en solicitar los permisos, en excavar y en reseñar lo encontrado y gracias a él sabemos que Santillán existió. Sabemos que Santillán es más que una mención en la memoria o el nombre de un lugar donde ir a cosechar.
La tradición habla de ermita, o al menos de un centro de culto, y los datos arqueológicos parecen confirmarlo aunque debido al expolio sistemático realizado a lo largo del tiempo, es difícil afirmarlo de manera categórica. No obstante creo que lo que procede es ceder la voz a quien fue capaz de sacar a la luz los parcos restos de Santillán.
V.C.V.