Las primeras piezas del utillaje doméstico, es decir las herramientas que no se hicieron estrictamente para cazar, fueron las agujas de coser que, hechas con distintos materiales y con distintas formas, llevamos utilizando desde la prehistoria.
Si en un principio se usaron para unir varias pieles con las que poder abrigarse, desde entonces las humildes agujas han recorrido un largo camino que, en manos hábiles trasciende lo funcional para convertirse en una herramienta artística, ya sea enhebradas con hilos de colores o retorciendo hebras interminables a golpe de muñeca.