"...El apellido o "nombre de familia" aparece con la sociedad romana y al parecer ellos a su vez lo tomaron de los Etruscos..."
" ...Ningún pueblo como el romano ha rendido culto tan especial a la memoria de sus antepasados. Bajo la denominación de LARES y PENATES hizo de ellos divinidades y en las circunstancias graves de la vida les pedían consejo y auxilio..."
"...El nombre romano se componía de PRAENOMEN (nombre propio), NOMEN (nombre de la familia, "gens") y cuando ésta era numerosa se añadía el COGNOMEN, que designaba la rama..." [1]
Durante el período visigodo se perdió esta característica ya que los pueblos germanos no tenían o no usaban nombre de familia, y así, hasta el S IX, no comienzan a aparecer en los textos oficiales de la cancillería real.
El apellido como nombre de familia, se va abriendo paso a lo largo del S. XI, sobre todo en las clases elevadas que tenían "solar" familiar; es decir, tierras, títulos y bienes. Entre los vasallos era más común poner detrás del nombre propio alguna característica individual que los distinguiera: mote, oficio, lugar de procedencia o parentesco. En el libro de referencia se dan muchos ejemplos entre ellos:
"... Mioro mugier de Don Domingo fijo de la tía; Petro trisquilado; Dominico peon; Petro Garciez el rico; Dominico Petrez el que fue azemilero; Diego travieso; Blasco Diago filio del escopidor ..."
Según el autor D. José Godoy: "... Es muy difícil lograr que acepte el pueblo el uso regular de apellidos que no expresen nada que tenga relación directa con la persona; en nuestro siglo y en países muy civilizados han tenido que intervenir los gobiernos para imponerlo ..."
En España fue en el S. XV y por iniciativa del Cardenal Cisneros que se fijo la permanencia del apellido en los libros parroquiales de nacimientos y defunciones, pues hasta entonces había una completa libertad para nombrarse a sí mismo con el nombre familiar que se quisiera en base a las preferencias personales, la presunción de hacerse descender de griegos y romanos, lo bonita o fea que fuera la pronunciación, o la necesidad de "desaparecer" como era el caso de los criminales y los procesados por la Inquisición.
En cualquier caso, y también en palabras de este autor, el nombre, lo que nos distingue y nos individualiza respecto de otros es el ...
" ... Primero y último de nuestros bienes, nos preocupa hasta para después de nuestra muerte, y no nos parecen excesivas las más minuciosas precauciones para evitar su extinción o salvarle del olvido ..."
[1] Bib. D. José Godoy Alcántara "Ensayo Histórico etimológico filológico sobre los APELLIDOS CASTELLANOS" Obra premiada en certamen abierto por la Real Academia de la Historia. Reimpresión facsímil de la primera edición de 1871. Librería Cervantes-Salamanca
Para ver el libro pincha aqui: http://bibliotecadigital.jcyl.es/i18n/consulta/registro.cmd?id=2898